Pequeña, resguardada y con mesas de un verde botella oscuro se encuentra una pequeña cafetería central en un recóndito pueblo de Siena. Donde un Capuchino y Mermelada de Cerezas son mi refugio del frío.

Si hay algo que realmente es delicioso en Italia son los Capuchinos, no es ningún mito el que estén ricos. Su sabor es amargo para luego pasar a través de la garganta y convertirse en dulce, dejándote el bigotito de la espuma con caramelo y canela espolvoreada.

Y es que hoy me he puesto tan romántica con Capuchino y Mermelada de Cerezas porque en uno de nuestros paseos por la Toscana hemos acabado por cuarta vez en una cafetería que fue protagonista de un selecto articulo en el 2008 en la revista Forbes, en la cual el periodista clasificaba su lugar digno de ser visitado. Y la verdad es que tenía toda la razón. Pues es un rincón donde los dulces caseros te saludan, palmeras de líneas de chocolate, croissant de crema, chocolate y mi favorito el de Mermelada de Cerezas. Aquella mermelada me tiene enamorada con su sabor dulce y a la vez ácido, su textura, como se une al paladar lo preciso. Y sobre todo el croissant relleno en la medida perfecta, espolvoreado de azúcar glaseada para retocar los labios suavemente.

Es un lugar digno de conocer, perfecto para sentarte en una de sus tres únicas mesas, al lado de una estantería llena de cómics y frente a todo un puesto de periódicos, revistas de salud y del corazón, vecinos de películas nuevas y antiguas en DVD. Pero no olvido a los encantadores dueños, tal vez hermanos, herederos del bar que se puede ver frente a la barra en una foto antigua, donde unos botes de azucarillos se aprecian delante de unos ojos negros vidriosos, envejecidos pero orgullosos de levantar aquel bar el solo. ¿Quien es? Me gusta pensar que es el padre de aquellos señores que seguramente jugaban en aquel pueblo desde niños, robaban azucarillos a su padre y los depositaban en la boca dejando que se deshiciera en sus mejillas. Pero ahora adultos hacen el café con amor, sonríen con el “Ciao” en sus labios y ríen suave porque de nuevo aquella pareja extranjera pide el capuchino que cada vez preparan más rico.

Hoy la Toscana me sabe a Capuchino y Mermelada de Cerezas.